Por medio de Antonio Delgado llego a esta acertadísima reflexión de Carlotti en El País de hoy en la que se dirige directamente a Viviane Reding, europarlamentaria que lidera el movimiento por el que la Comisión Europea ha decidido llevar a España ante el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas por incumplir, en su manera de ver, las normas sobre publicidad de la Directiva «Televisión sin fronteras».
En su reflexión, titulada Sin publicidad no hay televisión en libertad, Carlotti se queja muy brillantemente de lo que considera una injusta persecución a la que se ven sometidas las televisiones comerciales en su financiación publicitaria, en comparación con otros medios de comunicación, también financiados con publicidad pero sin limitación alguna. En medio de su disertación incluye otras cuestiones con las que estoy menos de acuerdo, pero la base de su protesta es bastante acertada, desde mi punto de vista.
Reclama Carlotti la necesidad de que las televisiones se autorregulen en materia publicitaria, aunque la palabra autorregulación en televisión hoy en día suena a risa, a la vista de los patéticos resultados que está dando en materia de protección de la franja infantil (pero eso es otra historia) y recuerda que existe un muy útil aparato llamado mando a distancia, que permite hacer zapping mientras la publicidad invade la emisión.
Como digo, no puedo estar más de acuerdo. Si dejamos que las televisiones, en su feroz lucha por la audiencia, pongan toda la publicidad que buenamente quieran y puedan conseguir ¿qué se espera? ¿que se inviertan los términos y por cada hora de televisión solo quince minutos sean de publicidad? Podría darse el caso pero ¿cuantas televisiones mantendrían su audiencia así? Hoy en día, con la medición minuto a minuto que ofrecen los audímetros, cualquier cambio de canal en medio de una pausa publicitaria es detectada y medida y está probado que la gente no ve los anuncios, de ahí las fórmulas «Un anuncio y volvemos», «Patrocinado por». Con estos resultados ¿qué cadena iba a cometer el suicidio de añadir mucha más publicidad a sus contenidos? Y en caso de que lo hiciera ¿qué nos impide como espectadores cambiar de cadena? O mejor aún ¿por qué no podemos ver media hora de anuncios si nos apetece y queremos saber qué se cuece en los lineales del supermercado?
El problema de Carlotti y sus compañeros de la televisión privada es que existe una directiva de la Unión Europea que les obliga a cumplir con una serie de requisitos, entre los que se encuentra esa limitación de publicidad que tanto molesta. Habría que atacar entonces el problema por su raiz: la falta de sentido común de la directiva, e intentar cambiarla o directamente suprimirla, por el bien de un sector empresarial que debería ser tan libre como los demás.
¿Esto va en serio? ¿O es que no termino de pillar la ironía?