No acostumbro a hablar de las particularidades de los personajes de Gran Hermano, especialmente porque no sigo el programa con la suficiente devoción y, sobre todo, porque considero que es un programa que no tiene una verdad absoluta y que precisamente en eso basa la clave de su éxito, en enfrentar posiciones y hacer que estas sean lo más enfrentadas posibles, generando un muy rentable debate.
Sin embargo, el programa es en sí tan simple, que un breve vistazo a la gala semanal, aderezado con unos cuantos programas de zapping, permite saber exactamente qué es lo que está pasando y sentir filias y fobias por los protagonistas con total naturalidad. Así, aun no me he enterado muy bien de lo que se cuece en la casa antigua, pero estoy al tanto del calvario por el que está pasando el pobrecito soldador en la casa moderna, viendo como una pandilla de jóvenes en permanente estado de coqueteo, le quieren birlar a su mujer en sus propias narices (o al menos eso es lo que sentirá él).
Nos gustará más o menos el formato de Gran Hermano y otros shows por el estilo, pero hay algo que no podemos negar: el equipo que hay detrás pensando en la manera de crear conflictos más allá de unas buenas bofetadas, es un gran equipo. La idea de meter a una pareja en una casa, sin poder decir que son pareja y sin posibilidad de enrollarse, con la casualidad de que en este momento sean tres los hombres y solo una mujer los que están allí encerrados (no quiero ni pensar si hubiera sido al revés), es un caso fenomenal de crisis de convivencia, pues si algo está comprobado en ese programa es que el encierro hace brotar el cariño. El problema no radica tanto en el comportamiento de unos y otros en sí mismo, sino en el hecho de que ese comportamiento lo está viendo tu pareja y lo que muchos hacemos o sabemos que hace nuestra pareja, carantoñas y frases sin mayor importancia, cobra un nuevo sentido cuando son vistas, representadas una y otra vez delante de nuestras propias narices y lo que es aun peor, delante de todos nuestros vecinos, familiares y amigos.
Todo esto siempre ha sido así en este concurso y llevamos ya diez ediciones. Lo que aun no logro entender es como hay personas adultas que no se dan cuenta de que el programa va a jugar con ellos y sus sentimientos, poniendo en riesgo una vida y unas relaciones que a todos nos tambalearían en condiciones similares. Nuevamente volvemos a planteranos si la televisión tiene derecho a hacerle esto a las personas, algo que sin duda es discutible, pero que parte de la idea de que todos somos libres de aceptar el reto y que el programa no hace más que mostrarlo, sin realmente hacer nada que no sea grabar y emitir lo que unos adultos hacen ellos solitos. Yo sinceramente no entiendo que gente con la vida resuelta admita ponerla en riesgo de esta manera, pero es evidente que es su decisión y que esta es una experiencia que, como aquel dicho, o les mata o les hará más fuertes. A mí desde luego ni me pillaban en una como esta.
Tengo que estar bastante desesperado para, como tu dices, meterme en una de estas.
Yo tampoco entiendo como una pareja «estable» (lo pongo entre comillas porque hay varias acepciones de estable XDDD), se preste, no ya a un reality, sino a GH con todo lo que ello conlleva. Sabes que cada año se quieren superar y que cada año buscan más el morbo, ya que de las primeras ediciones donde disfrutabamos con personas «normales» (bis de lo anterior) queda bien poquito.