Publica Ruth en su blog una entrada sobre la bronca del pasado sábado en La Noria y muestra su preocupación ante la aparente costumbre de todo tipo de tertulianos y colaboradores de enzarzarse en este tipo de discusiones, cada vez mas elevadas de tono, sin que nadie ponga remedio y sin que nadie se sienta molesto y apague el televisor, como si fuera algo normal y cotidiano.
Me ha recordado a una reciente conversación mantenida con un director de cine, que se quejaba de lo mismo y que recordaba el famoso debate entre Solbes y Pizarro en el que también se levantaron la voz y se pisaron al hablar, siguiendo la, según decía él, «tendencia televisiva a la mala educación».
Si bien es cierto que el número de horas que pasamos frente a la tele la convierten en una importante ventana al exterior, en una especie de normalizadora de lo que allí vemos, no es menos cierto que no podemos culpar a la televisión de lo que los individuos hacen en ella y de sus comportamientos maleducados, chabacanos o simplemente inmorales.
La gente ya viene maleducada de casa y, si en televisión cada vez vemos más broncas, más gente histérica y más tolerancia con este tipo de comportamientos, creo que no es más que por un elemental reflejo de la sociedad en la que vivimos, una sociedad cada vez más nerviosa, donde todo el mundo grita, donde no existe la tolerancia por la opinión del prójimo y se busca hablar más alto para hacerse escuchar en lugar de hacerlo más claro. Eso no quita que programas como La Noria exploten esa faceta para hacer audiencia y salir en los zapping o que, en el caso concreto de sábado pasado, Jordi Gonzalez bien podría haber cogido a sus contertulios de los pelos y haberles puesto de patitas en la calle.