Que María Teresa Campos vuelva a la televisión es algo perfectamente normal, es un animal televisivo capaz de arrastrar masas y, en los tiempos que corren, eso vale su peso en oro. Que haya decidido dar un pequeño giro a su tradicional perfil y se reincorpore a las mañanas como conductora de La mirada crítica es algo tambien de alabar, pues supone una apuesta arriesgada por su parte, al dirigirse a un público que no está acostumbrado a una personalidad como la suya y que, inicialmente puede provocar un cierto rechazo, al identificarla con otro tipo de programas de diferente corte.
En cualquier caso, estoy segura de que La mirada de la Campos será mucho más personal que la de Vicente Vallés, cobrando más protagonismo el conductor del programa que el propio invitado, como ya hemos podido comprobar en algunas entrevistas hechas por María Teresa Campos, tanto en radio como en televisión, protagonismo que algunos grandes personajes del medio se han ganado a pulso con los años y que, bien racionado, puede incluso ser atractivo para quienes gusten de un determinado presentador.
Lo único que no me gusta de toda esta historia de Telecinco y María Teresa Campos es la cara dura que hace falta tener para, después de haber dicho todo lo que se han dicho, presentarse un día cualquiera en la cadena y empezar a trabajar como si nunca hubiera pasado nada. Hace falta un grado de cinismo tan grande que no sé como se puede trabajar así, tiene que haber mucha tensión en ese plató, si es que aun queda alguien por los pasillos de los que antiguamente trabajaron con ella, claro. No podemos olvidar que tanto la madre como
la hija afirmaron que en sus casas no se sintonizaba Telecinco, y en cambio ahora, de todas las cadenas posibles, es en Telecinco donde ambas vuelven a buscar las lentejas.
Ha sido bochornoso ver como la señora Maria Teresa Campos siguiendo en su linea, interrumpia sin cesar las actuaciones del presidente; no ha cambiado ni un apice, ni con el presidente delante quiere ceder protagonismo; a un invitado se le deja expresarse, ha dedejarsele que hable sin interrumpirle. Conste que soy apolitico y me da igual zapatero que agustina de aragon.
Esta señora no tiene modales, me da verguenza ajena verla.