A veces perdemos la fe en la televisión, en los contenidos en general y nos da la sensación de que pasan los años y nada de lo que nos ofrecen a través de la pantalla merece la pena o evoluciona, que todo sigue estando destinado a aborregarnos o a ganar dinero infamemente a costa de una panda de pardillos que al otro lado de la televisión nos tragamos cualquier cosa desde el sofá.

Esta semana muchos blogs se han hecho eco del re-estreno en la web de RTVE de Los gozos y las sombras, una de las grandes obras de la literatura española, que fue llevada esplendorosamente a la televisión por parte de grandes profesionales del medio, entre los que se encontraba el propio Torrente Ballester. Revisar obras como estas nos puede hacer añorar cierto tipo de televisión que rara vez se hace hoy en día y sería muy interesante conocer los datos de descargas de los episodios en la web, que por cierto se ha convertido en apenas un mes en la más vista en su género pero, aun encontrándonos con datos de gran éxito, trasladar un producto como este a la pantalla en las mismas condiciones que entonces probablemente no diera los mismos resultados. Otras cuestión es si la televisión pública debería comprometerse a trasladar obras clásicas de la literatura a la televisión para cultivar a la audiencia olvidándose del share, pero eso es otra historia.

Esa es la cruz de la televisión, pero también tenemos la cara: a veces uno encuentra un programa o simplemente una fotografía que le recuerda una época de la televisión que realmente no era buena. Es probable que sólo fuera una pequeña parte de la oferta televisiva, pero el recuerdo de algunos programas personalmente me pone la piel de gallina. No entraré en más detalles, simplemente os dejo la foto con la que Antonio ha amenizado mi mañana, representativa de una época televisiva no tan lejana (conste que hay unos cuantos a los que adoro, bueno, solo dos parejas) y que me hace creer en la evolución.