Hacer programas de televisión con público es algo que llevamos viendo desde siempre y que parte de la idea de que la interacción con el espectador es mucho mśa sencilla si desde el propio plató ya contamos con personas ajenas a la producción que nos rían las gracias, aplaudan cuando se necesita o estén bien calladitas en los momentos de mayor tensión. Para dominar a estas «masas», siempre ha estado el regidor, que cartelito en mano o a viva voz, azuza al respetable para que de ámparo a los presentadores y en casa nos creamos que, si algo no nos da risa, es porque no lo entendemos, porque en plató todo el mundo se ríe y tanta gente no puede estar equivocada.
El manejo del público ha sido hasta ahora una cosa sencilla pero, la familiaridad con la que algunos programas nos muestran a sus protagonistas podría estar empezando a hacer mella en las «actitudes borreguiles» de los asistentes a directos televisivos y los regidores empiezan a ver como su trabajo no es ya tan sencillo.
Los casos más recientes a los que me remito son de dos realities, de un lado Operación Triunfo, donde por vez primera hemos visto a una concursante ser abucheada en directo y donde, fuera una pose o algo premeditado, parece evidente que a Risto le cuesta de cuando en cuando hacerse un hueco para hablar entre las protestas del público.
Ayer en Fama pudimos ver también a un público que manifestaba claramente sus preferencias entre los concursantes, aplaudiendo educadamente a unos y vitoreando a otros más populares, algo que seguramente hace tiempo no hubiera quedado tan patente merced a la reverencial obediencia que se tenía al regidor y que hubiera obligado a aplaudir a todos con el mismo ímpetu.
Y con estas ideas en la cabeza, leo hoy en el nuevo blog de Telecinco llamado El Pasillero, como la semana pasada en el plató de Las gafas de Angelino, los presentadores eran sometidos a preguntas y animados a voces durante las pausas del programa, en una actitud que dista del habitual espectador modosito que no abre la boca ni hace un ruido hasta que se le requiere.
Estas demostraciones de naturalidad por parte del público probablemente se deban a la sensación de cercanía que los presentadores nos ofrecen en la programación habitual. La llegada de famosos de medio pelo a la televisión mezclados con los profesionales de toda la vida ha convertido el oficio de presentador en algo accesible para todo el mundo, ya no existe una barrera entre la grada y el plató y la gente se atreve a mostrarse tal como es y a decir lo que piensa. Se avecinan tiempos duros para el trabajo de regidor.
Muy, muy interesante el blog de «El pasillero». Buena recomendación.