Que RTVE tenga un personaje como el defensor del espectador es una buena cosa, aunque solo sea por saber a quién remitir las quejas y ser consciente de que, te hagan más o menos caso, al menos hay un departamento encargado de recibir lo que uno tenga que decir de esa cadena que financiamos todos.
Si a esto añadimos el nombramiento de un personaje conocido, como Elena Sanchez, la sensación de cercanía aumenta, pues no es lo mismo saber que hay un responsable del cargo con nombre y apellidos pero desconocido, a ponerle cara representada en alguien que uno acostumbra dejar entrar en su salón.
Hasta aquí, RTVE lo está haciendo bien. Lo malo viene cuando solo el que se queja recibe la respuesta y supongo que no todos lo harán. Si a esto sumamos que serán muchos los que se quejen por lo mismo, parece que se impone algún tipo de comunicación extraordinara para beneficiar la relación entre espectadores y aquella figura que debe defenderlos.
Ahora que han decidido otorgar el cargo a una reputada periodista de la cadena, con muchas tablas al frente de la cámara, quizá sería el momento ideal para hacer un programa de verdadero servicio público, donde las quejas mayoritarias de los espectadores se vieran reflejadas y las soluciones posibles anunciadas, mostrado el trabajo que se lleva a cabo en ese departamento. No tengo ninguna duda de que sería completar el círculo y además podría llegar a ser un espacio muy entretenido.
Si no recuerdo mal, el antiguo defensor del espectador colaboraba brevemente hace un par de años en el programa de radio de Olga Viza en Radio Nacional y no veo por qué no hacer lo mismo en televisión. Una petición que igual debería yo enviar a Elena Sanchez.
Lo malo, un vicio en este país, es que esta periodista se confesara seguidora del PSOE con lo que el intento de separar televisión pública de progubernamentalismo sigue siendo una quimera a priori. Son cosas que tienen consecuencias, por mucho esfuerzo profesional y categoría que se tenga. Pasaría algo parecido con un Buruaga, salvando las distancias, que son muchas en cuanto a compromiso por una opción.
En España resulta tan raro que la gente haga gala de su independencia por encima de sus creencias de modo efectivo (es decir, asumiendo que hay que parecer además de ser), que el crédito tiene que ganarse con muchísimo pulso. En el caso de los sucesivos defensores del lector de El País, mi experiencia personal es que cuando tocas temas que afectan al negocio y la propiedad (la falta real de independencia cuando se tratan temas de la cuenta de resultados o de las posibles influencias de los accionistas en temas gubernamentales) el defensor del lector queda desdibujado y repite las posiciones de la dirección sin sentido crítico.
Podemos ver una defensa del espectador como contraste y complemento del consejo de administración en lo que se refiere al cumplimiento del mandato marco y la ley que puede quedarse en las palabrotas en horarios de niños o en quejas sobre contraprogramación que, en mi opinión, son en el fondo triviales. Especialmente al mundo al que vamos, que sospecho que es sin restricciones.
Por ejemplo, el defensor del espectador tendría mucho que decir sobre dónde situar los cortes publicitarios (¿es entrometerse en antena?) o en plenas elecciones en aspectos como la igualdad de oportunidades a todas las opciones… pues hablamos de dinero público. Por no hablar de las prácticas periodísticas donde incluso la televisión pública actual me resulta lejanísima de ese modelo utópico que tanto se pone como ejemplo que es la BBC.
En todo caso enhorabuena a la elegida (¿por quién? ¿cómo es su status en la organización? ¿cómo se asegura su independencia sin miedo a las consecuencias profesionales cuando deje el puesto?), mucha suerte en su trabajo y el deseo de que se construya una reputación de independencia.