Que peligro tienen a veces los ejecutivos cuando quieren ir de creativos y toquetean las obras de creadores que tienen muy claro de donde vienen y qué quieren explicar con su obra.

Habiendo trabajado en un departamento de autopromoción, donde además hacíamos piezas de marketing y spots de algunos anunciantes de la cadena, siempre he tenido la sensación de que el paso previo a la emisión consistente en recibir la aprobación del cliente o del propio departamento de marketing o programación, era más una demostración de status que otra cosa. Así, dar el visto bueno a una pieza sin pedir cambios era como admitir que el equipo de producción tiene las cosas claras, al menos tanto como los que encargaron la pieza, y eso no puede ser, es imprescindible demostrar que hay algo más allá que solo determinados miembros de una organzación son capaces de captar y que debe ser explicado y corregido varias veces hasta alcanzar el grado de aceptación de los «sabios».

Pero no voy a contar aquí batallitas personales, simplemente me he sentido identificada con los creadores de Perdidos (ahí es nada) en esta anécdota en la que explican cómo los directivos de la ABC no estaban nada convencidos con la escultura gigante de un pie que aparece en la isla, y que seguramente tenía una historia interesantísima detrás. Estos directivos estaban sobre todo molestos con el hecho de que el pie tuviera tan solo cuatro dedos, y afirmaban que sería más lógico ponerle seis. Afortunadamente, los creadores de Perdidos no hicieron mucho caso a esta sugerencia y el pie no crió dos dedos extra, aunque es muy posible que esa parte de la historia no lleguemos a verla explicada nunca gracias a los amigos listos del canal.