Definitivamente en este país estamos hechos de otra pasta. Casi cinco años criticando Aquí hay tomate y su forma de hacer televisión y, ahora que se lo cargan, va a resultar que era el paradigma de la buena televisión.
No sé si será por el hecho de su fulminante retirada y la sorpresa que ha provocado en profesionales y críticos o una simple tomadura de pelo, pero el caso es que desde primera hora de la mañana he leido y escuchado varios comentarios sobre el asunto en los que se alaba desde la excelente factura técnica del programa hasta su gran valía como escuela de periodistas, pasando por su excelencia como somnífero para la siesta, creador de un género que marcará una época y tan malo o tan bueno como algunos otros programas de actualidad o política.
Si bien estoy de acuerdo con algunas de estas afirmaciones y nunca he sido yo de las que clamaban al cielo por su existencia, lo que me parece demencial es que, después de atacar a Telecinco por tener y mantener Aquí hay tomate durante años, ahora cuando desaparece, solo se hable de sus virtudes e incluso se mencionen algunas inexistentes.
La sensación es la que se tiene cuando se muere alguien muy malo y de pronto todo el mundo le alaba y recuerda lo buenecito que era y lo bien que se portaba… todo el mundo menos los chicos del tomate, que aprovechaban que no se podía defender para hurgar en lo más profundo de sus miserias y dar voz a sus enemigos.
Tienes toda la razón. Ahora se alaba el desparpajo, la irreverencia, el ritmo o la frescura de un programa al que durante cinco años ha puesto todo el mundo a parir pero que todos hemos visto más de una vez (o eso dicen los índices de audiencia).
Y todo eso, como dice Emma, se puede ver en los comentarios a la noticia en cualquier periódico, web o blog. Pasó ayer (y todo el día de hoy) en el periódico en el que trabajo cuando metí la noticia. En unas horas había más de un centenar de comentarios (mi jefe sigue atónito por el hecho de que una «chorrada», como lo llama él, haya suscitado tanto interés) entre los que había muchos insultos pero también muchas alabanzas.