La exitosísima y exprimidísima serie Yo soy Bea sigue dándole a Telecinco unos resultados de audiencia extrardinarios. Si bien es cierto que hace tiempo que no vemos las fabulosas notas de prensa de antaño donde los records se sucedían semana tras semana, no es menos cierto que la audiencia tiene un límite y que la serie sigue siendo la elegida mayoritariamente por los espectadores en su franja y por lo tanto el producto más rentable de la televisión de tarde desde hace más de 300 episodios.
Lo curioso es que en Yo soy Bea nunca pasa nada. Puedes ver un episodio hoy y otro dentro de tres semanas y apenas te habrás perdido algún pequeño matiz de la relación personal entre los personajes pero, lo que es la trama, no habrá avanzado casi nada. Tanto había que estirar el chicle que han tenido que hacer todas las combinaciones posibles de personajes, llegando un momento en que lo de menos es si Bea es guapa o fea, o si los ricos-pijos-guapos se meten con los currantes-feos.
La serie ha evolucionado de tal manera que se ha perdido el espíritu inicial, que era el de la pobre chica fea que conquista al galán por su personalidad pero luego sabe ser tan bella por fuera como por dentro. Lo que está claro es que hoy por hoy, si de pronto vemos aparecer a Bea sin aparato, sin gafas, y con la melena al viento… casi no tendrá sentido.
Yo creo que entre la poca gente que quede que de verdad la vea y los que la ven pero ya sin prestar atención alguna… Si algún día se olvidan de caracterizarla, no se enterará nadie. Qué pena, la verdad. Éstos sí que tendrían que ponerse en huelga, me imagino ser guionista y tener que buscar vueltas y revueltas para que el tema siga o ser actor y leerte el guión y pensar «qué… ¿bueno?». Una pena, de verdad. Desde siempre la han estirado más de la cuenta, pero de este verano a esta parte… Uff. Cuando Bea se vaya a transformar o hacen una súper campaña de publicidad o no le va a importar a nadie si Bea es guapa, fea o se tira por el balcón.