Ayer se emitía en La Sexta la muy publicitada entrevista de Buenafuente a Zapatero. Una entrevista que prometía, pues el presentador es un genio de la comunicación y el entretenimiento y el presidente demostraba que no se le caían los anillos por ir a un programa «poco serio» (lo de ir es una forma de hablar porque Buenafuente hubo de trasladarse a Moncloa).
Lamentablemente la entrevista fue un auténtico plomazo: de una parte un presidente del gobierno que no sabe hablar como la gente normal, al que solo le oíamos frases electoralistas y con su clásico estilo de hablar, con extrañas pausas y aburrido ritmo y sobre todo eternas respuestas. De otro lado un Buenafuente al quese notaba incómodo, que no encontraba como sacar algo divertido del personaje y que acabó siendo tan aburrido en sus preguntas como su interlocutor en las respuestas.
Es posible que Buenafuente pecara de fiarse de sus colaboradores periodistas se equivocara al buscar preguntas de periodista, pues hace unos días afirmaba en su blog que, ante la inminente entrevista, había consultado a sus compañeros acerca de qué tipo de preguntas podría hacerle Zapatero. Quizá si se hubiera dejado llevar por su intuición y saber hacer natural la entrevista no hubiera resultado tan carente de ritmo y poco natural.
El programade ayer nos trajo un presidente del gobierno al que todos conocemos y un Buenafuente desconocido, cuando todos esperábamos lo contrario, al Buenafuente de siempre y descubrir en Zapatero algo inédito y divertido. Mejor hubieran estado cada uno en lo suyo.
Lo cuenta también Javier Pérez de Albéniz en su nuevo Descodificador.
Claro, es culpa de los colaboradores de Buenafuente… Si una entrevista no funciona la responsabilidad final es del periodista. Buenafuente no supo (a saber por qué razón) estar a la altura de la entrevista y llevarla al terreno.
No pasa nada, un mal día lo tiene cualquiera, pero que es su responsabilidad no hay duda.