Si yo participara en uno de los programas de Identity no podría ser otra cosa que identificada con una frase que dijera algo así como «A veces alucina con los gustos de la gente». Y es que el éxito de un programa como este no consigo entenderlo.
Cuando lo anunciaron, parecía el clásico «Quién es Quien» al que todos hemos jugado alguna vez. Yo ya me imaginaba a unos cuantos concursantes eliminando opciones en función de si tiene el pelo rubio, lleva gafas o es una mujer. Sin embargo, días después de su estreno y tras comprobar como la audiencia lo respaldaba semana tras semana, decidí darle una oportunidad, concretamente la primera vez que emitía en doble sesión, aprovechando el tirón de su éxito y la poca oferta veraniega.
Seguí sin entenderlo (el éxito, no el concurso): las pistas son escasas, la dinámica sosa y aburrida y los candidatos a ser reconocidos se ven obligados a poner una tremenda cara de poker, que solo sirve para hacerlo aun más lento. De toda la producción solo se salva el presentador, que lo mismo hace bien de simulador que de presentador de concurso y algún que otro concursante como el de ayer que, en el rato que estuve viendo durante una pausa publicitaria de CSI, logró desenmascarar a un animador de discoteca de casi 80 años. Y encima batir la audiencia del programa en la cadena.
La presencia también ayer de Sofía Mazagatos en el cuadro de «sospechosos» da idea de lo mal que andan de dinero algunas famosas que nos han dado clásicos momentos televisivos de zapping, pero esto se lo dejo a los del tomate, que seguro que lo hacen mejor que yo.
a mí lo que no me cuadra es la capacidad que tienen los concursantes para aguantar primeros planos y llevar todo el peso del concurso. los castings funcionan…