Eso debió pensar Tony Alleyne cuando decidió redecorar su vida y no encontraba inspiración, una breve consulta con la almohada frente al televisor y zas, en ese momento empieza el episodio tres mil doscientos cuarenta y uno de Star Trek… y claro, cuando te despiertas crees haber tenido la idea de tu vida.
Lo malo es que este además, tenía el dinero.