Como si del descubrimiento de la pólvora se hablara, hay estos días un revuelo en los medios televisivos en torno a los datos de audiencia en diferido, que parecen apuntar a una definitiva caída del guindo de todos los implicados, en un sector que lleva mucho tiempo ya apuntando a esta deriva. Quizá haya sido la llegada de Netflix la que ha disparado la toma de conciencia sobre el consumo online de los principales contenidos de las cadenas, y muy especialmente sus series, pero por fin parece que los datos de consumo en los días inmediatamente posteriores a la emisión en directo serán tenidos en cuenta… y medidos como corresponde.
No es un secreto para nadie que las nuevas generaciones no están pendientes de parrillas ni canales y que su principal actividad online es la de consumir contenidos, pero sí podría ser que algunos llegaran tarde a ofrecer los suyos a un target acostumbrado a otro tipo de producciones, no tanto por la historia que cuentan o por el lenguaje audiovisual que utilizan, sino por el tiempo que han tardado las cadenas en darse cuenta de la necesidad de estar donde está su audiencia potencial. Una generación que no quiere ataduras, que no tiene paciencia para los ritmos habituales de producción y estreno, que lo quiere todo y lo quiere ya y que es imparable.
¿Debemos asumir entonces que la televisión en directo tiene los días contados? Yo siempre he pensado que no, aunque estoy segura de que la evolución de los contenidos se verá muy afectada por estos cambios de costumbres, derivando hacia productos en directo de características mucho más sencillas, más inmediatas, más de usar y tirar. Lo estamos viendo ya en programas como Sálvame o Al Rojo Vivo, por poner solo dos ejemplos aparentemente muy dispares de productos que viven del momento, de la actualidad más inmediata, de las polémicas reales y las autogeneradas para alimentar el interés, programas que no tienen sentido si no es en el momento de su emisión, aunque solo sea por que sus argumentos se repiten incesantemente a lo largo de toda la semana.
Pero ¿qué pasa con las series entonces? ¿están condenadas a un futuro de bajas audiencias en directo? ¿dejará de ser tan importante el prime-time? ¿no hay alguna manera de conservar el interés en el directo? Pues sí a todo. Parece evidente que los datos de audiencia en el prime-time tienen que pasar a medirse de otra manera, pues nada garantiza que el interés de los espectadores por un producto se traduzca en un share relevante, máxime si una serie se enfrenta a otro tipo de formato, más en la línea del usar y tirar que mencionaba anteriormente. Pero no todo está perdido y tenemos pruebas más que suficientes de que un determinado producto de ficción, elaborado pensando más allá de la propia emisión, es una garantía de éxito a niveles hasta ahora inexplorados. Me refiero, una vez más, a El ministerio del tiempo que, no solo es un éxito en su consumo estrictamente televisivo (tanto si se trata del directo, como si hablamos del diferido) sino que ha logrado interesar a sus espectadores más allá de la historia de aventuras que cuenta en cada episodio, alimentando sus guiños, sus autoreferencias, sus lazos históricos. Lo ha hecho hasta el punto de enganchar a los ministéricos en niveles hasta el momento inexplorados en la ficción española, en un fenómeno que no recuerdo desde los tiempos de Lost.
Sí, estoy haciendo un paralelismo entre aquella serie mítica y nuestro Ministerio del tiempo, dos series que tienen en común mucho más que sus permanentes saltos temporales, dos series que deben gran parte de su éxito a sus fans y lo que estos generan a su alrededor. Si uno de los principales entretenimientos de los fans de Perdidos era buscar los famosos ‘easter eggs’ escondidos en cada episodio, sorpresas que empezaron de forma tímida, pero que terminaron por convertirse en un divertido juego entre creadores y espectadores, una de las principales delicias de El ministerio del tiempo es estar atento a todo lo que se dice, a cualquier frase, cualquier cita o guiño que podría pasar desapercibido. Adornos que terminan siendo una parte esencial del armazón que compone el guión de cada episodio, que hace brillantes sus diálogos y que, por encima de todo, nos hace estar pendientes de la conversación en redes sociales (principalmente Twitter) para que no se nos escape ni uno, para que nuestro aplauso y emoción cada vez que surgen sean compartidos por decenas de espectadores con nosotros. Soy muy aficionada a ver episodios en diferido, pero no concibo ver El ministerio del tiempo sin Twitter y para eso, es imprescindible hacerlo en directo. Lástima que no hayan abusado un poquito de la dualidad Pacino/Julián para haber podido desarrollar el #TeamPacino, #TeamJulián, que hubiera sido el complemento social fanático definitivo.
Obviamente, no todas las series pueden desarrollar esta segunda capa de la misma manera, tanto por la narrativa en sí misma como por el hastío que provocaría forzar algo así en todas y cada una de las producciones de ficción, pero no cabe duda de que hay sitio para todo, que el directo no está perdido y que hay muchas maneras de atrapar al espectador en un momento determinado de la semana. El mundo ha cambiado y las cosas ya no son tan sencillas como antes, si es que en algún momento lo fueron, pero la imaginación y el buen trabajo nos pueden dar aún muchos años de prime-time tradicional mientras vamos derivando a un cambio inevitable.
Sí, hay que medir las cosas mejor y allí donde se consumen, hay que buscar nuevas formas de explotarlas comercialmente y hay mucho trabajo que hacer, pero también hay muchas oportunidades y el cambio no es inminente, o mejor dicho, lo inminente del cambio ya ha pasado, cuidado con los ataques de pánico paralizadores.
Quizás las propias cadenas sean las responsables de que la gente huya del directo, por lo menos en la emisión de series.
Los capítulos en muchas ocasiones duran demasiado por la excesiva inclusión de anuncios, no se respeta la hora de emisión proporcionada, por no hablar de que el prime time empieza y acaba excesivamente tarde.
Estos problemas dejan de existir en el V.O.D, puedes ver el contenido que quieras, cuando quieras y donde quieras.
PD: estoy de acuerdo en que los programas en directo o los deportes siempre tendrán su hueco en la TV en directo tradicional.