Ayer se hacía público un informe (en .pdf) en el que, basándose en encuestas a las principales agencias de publicidad, salían a relucir los programas de televisión mejor y peor percibidos por estas agencias, en términos de calidad de la programación. Curiosamente, los resultados afirmaban que los programas de peor calidad eran Sálvame, Mujeres y Hombres y Viceversa y Supervivientes, todos ellos de Mediaset, concretamente de Telecinco. Con esta información, uno podría pensar que estos programas están abocados a la cancelación, pues si los anunciantes los tienen a la cabeza de su lista de productos de mala calidad, lo lógico será que no inviertan el dinero de sus clientes en ellos.
Pero, nada más lejos de la realidad. Estos programas que cuentan con tan mala calificación, resultan sin embargo tener un público muy apetecible para los anunciantes, un target comercial de primera, que hace que estos mismos anunciantes que los llaman «caca», no tengan reparos en seguir alimentándolos. Pura hipocresía y la explicación más clara de por qué este es un círculo vicioso, el de la televisión de cuestionable calidad, que al final queda relegado al cochino dinero.
Podemos reprochar a la audiencia que sigan viendo programas poco edificantes (esta es una discusión que ya hemos tenido otras veces y habría mucho que decir sobre si la calidad radica en la parte técnica, en la moral o en la suma de ambas y cuales serían las proporciones, pero esa es otra cuestión), pero al fin y al cabo, la audiencia no tiene la responsabilidad final sobre lo que emiten las televisiones. Sí, la televisión es la que es porque la gente la ve pero, si nos ajustamos a la realidad, la televisión es la que es porque unos pocos elegidos para medir la audiencia, optan por unos determinados programas, una elección muy cuestionada como muestra, pero que tanto televisiones como anunciantes consideran ley e inamovible. Pero ni siquiera esto es categórico, pues al final, son los anunciantes los que tienen la última palabra, jugando como más les interesa con los datos y los resultados de estos audímetros.
Cabe pensar qué ocurriría si, además de tener en cuenta la audiencia en números y la innegable importancia del target comercial, diéramos cierto peso a la calidad de los programas, a esa medición tan subjetiva que no lo es más que la medición básica de audiencia, fruto de la elección totalmente personal y subjetiva de unos pocos. Insisto en que no tendría sentido invertir en los programas en base solo a esta percepción, pero sí creo que debería llegarse a un compromiso por la calidad en el que esto tenga un peso sustancial, mejorando así notablemente la calidad general de los contenidos.
Para eso, tendrían que estar de acuerdo todas las televisiones, algo imposible, pero no tanto como convencer a las agencias de que no siempre hay que estar donde la audiencia masiva, por el puro número, sino que hay que tener cierta responsabilidad social, en estos tiempos en lo que parece que este es un valor a exigir a todos. Porque a las agencias se les llenará la boca diciendo que unos son unos fenómenos de la televisión de calidad mientras los otros son una basurilla, pero mientras tanto, están alimentando a estos últimos porque es donde está el negocio. Pues entonces cállate y no hables de calidad de la programación porque quedas fatal. Pura hipocresía, como cuando decimos que solo vemos los documentales de La2.
Yo siempre he pensado que si en todas las casas tuvieran ese aparatito para medir las audiencias, mas de un programa tendría una sorpresa. Y lo mas seguro es que esos programas que tanta audiencia tienen, quizás serian los menos vistos.