Alfabetismo transmedia ¡tremendo palabro! pensarán algunos y, sin embargo, es algo tan presente en la sociedad, tan naturalmente adoptado, que casi ni nos hemos dado cuenta de la manera en que se ha instalado, para quedarse, en nuestras vidas, en nuestra forma de comportarnos como individuos y sociedad y lo más importante, en las generaciones que vienen.
Pero ¿Qué entendemos por alfabetismo transmedia? Tomando prestada la definición de RELPE, ‘transmedia literacy’ hace referencia a un conjunto de competencias transmedia y estrategias informales de aprendizaje. El alfabetismo transmedia abarca un conjunto todavía poco definido de competencias que involucran a los videojuegos, las redes sociales, la navegación en entornos interactivos y la creación y difusión de todo tipo de contenidos en diferentes medios y plataformas. Suena tan farragosa la explicación como el propio concepto pero si la desgranamos, nos damos cuenta de que es tan importante como sencillo.
Hubo un tiempo en que las escuelas alfabetizaban a sus alumnos con la sana intención de que estos aprendieran a leer y a escribir, considerando que con eso les proporcionaban las herramientas necesarias para culturizarse y para prosperar. Más adelante, con la proliferación de medios de comunicación, no solo escritos, se hizo imprescindible enseñar a los alumnos a tener criterio, darles herramientas para discernir la información de la opinión, para dotar de veracidad a las fuentes, para filtrar los datos que recibían. Y con esto pensábamos que ya estábamos listos para salir al mundo.
Nada más lejos de la realidad, pues hoy en día estos conocimientos son imprescindibles, como lo son también la capacidad para moverse en otros ámbitos como los mencionados en la definición de arriba, es decir, en las redes sociales, los entornos interactivos e incluso los videojuegos. En un muy recomendable libro titulado «Everything bad is good for you» (Todo lo malo es bueno para ti) de Steven Johnson, 2005, ya se avanzaba esta teoría, proporcionando al lector un buen puñado de razones por las que todos los nuevos elementos de la comunicación y la interacción entre personas y entre personas y máquinas, resultaban ser grandes herramientas para el pensamiento humano y el desarrollo cultural de las sociedades y los individuos, lejos de las reticencias que inicialmente despertaban.
Así, nos enfrentamos a un mundo en el que no es suficiente con saber leer y escribir, dos herramientas eminentemente imprescindibles pero incompletas a la hora de enfrentarnos al mundo en el que se suceden los cambios, en el que las noticias ya no vienen en el mismo formato que antes lo hacían, en el que las personas ya no se comunican con los mismos códigos, ni siquiera en las mismas plataformas. Ha cambiado el concepto de ironía, volcamos muchos de nuestros sentimientos en .gifs, nos enteramos de lo anecdótico con memes, entonamos con signos de puntuación en lugar de hacerlo con interrogaciones y exclamaciones y no nos enteraremos de lo que acontece en la vida política de nuestro propio país si no somos seguidores, o al menos conocedores, de series de televisión como Borgen o Juego de Tronos.
Quién diga que es suficiente con saber leer y escribir es un analfabeto.