Había leído críticas bastantes malas sobre el piloto de Revolution, la nueva apuesta aventurera de la NBC y, ya desde sus promos, era consciente de que es un tipo de serie que no va conmigo pero, aún así, me sentía en la obligación de darle una oportunidad, por si la premisa de arranque (ese apagón global que tira aviones como en Flashforward y deja las autopistas plagadas de coches sin motor) se desarrollaba de manera suficientemente intrigante. No ha sido así.
El piloto de Revolution no es más que una sucesión de huidas y enfrentamientos violentos absolutamente manidos en la historia de la televisión y el cine, que en cada escena despiertan en el espectador una referencia postapocalíptica que ya hemos visto en Mad Max, Waterworld, Terra Nova o El libro de Eli, por poner solo algunos ejemplos.
Los personajes son planos y previsibles y el misterio sobre el que debería pivotar la acción no existe, más allá de presuponer que el apagón que ha dejado sin electricidad al mundo durante más de quince años sea provocado por humanos con oscuras intenciones, conscientes de que sus congéneres son tan tontos como para no poder sacar adelante el mundo a base de energías alternativas.
El marketing ha funcionado en EE.UU. y el estreno de este primer episodio ha sido un éxito de audiencia. También ha servido para crear tanta expectación fuera de sus fronteras como para que SyFy la estrene en España apenas cuatro días después de su emisión estadounidense, un reto cada vez más habitual y que no me cansaré de aplaudir, mientras recuerdo las excusas de quienes insistían en que esto no era posible porque la calidad de los doblajes se resentiría.
Pendientes de la evolución de la audiencia, especialmente cuando todas las nuevas series y temporadas hayan arrancado y la competencia se dispare, a mí me huele a fracaso, por muy huérfanos que estemos de series de estas características.
La foto promocional es idéntica a la de la [infravaloradísima e injustamente denostada] serie ‘Persons unknown’. Le voy a dar una oportunidad, porque lo que recibe malas críticas y fracasa suele ser lo que me gusta a mí. Soy el antipúblico, desde luego. Si me usaran para una de esas cosas que hacen a veces de juntar a gente anónima en una sala y enseñarle el piloto de algo, tendrían que interpretar mis respuestas cambiándoles el símbolo, porque todo lo que me gusta se hunde y fracasa.